La pieza clave del cambio

¿Puede Ecuador competir a la hora de fabricar productos electrónicos con EE.UU. o China? El ministro de Industrias y Productividad, Ramiro González, respondió a este diario que sí. Que el cambio de matriz productiva puede alcanzar también al mundo de la electrónica porque hay una fábrica en Cuenca que produce las tarjetas que se utilizan en lavadoras, tabletas, televisores, celulares… ¿Qué empresa es esa? González no para de mencionarla cada vez que tiene la ocasión. Se llama Tarpuq y efectivamente está en Cuenca. En ningún otro país de la región andina hay una igual aún.Es una fábrica joven. El olor a nuevo invade al visitante nada más entrar. Las paredes no tienen marcas de roce. El suelo, de madera a la entrada, brilla impecable. Los uniformes de los empleados no tienen ni un desperfecto. Está todo prácticamente por estrenar. Incluida la maquinaria de cinco millones de dólares que produce las placas base de los aparatos.

En la planta hay dos líneas de montaje que, para simplificarlo, una es moderna (SMT) y otra clásica (THT). Hay tarjetas que combinan ambos componentes y todas se pueden fabricar en esos módulos de marca Fuji que cuestan medio millón de dólares. Pueden producir hasta 7.000 placas diarias, de acuerdo con la aspiración del director de Tarpuq, Bruno Carrera. Su socio, Pablo Tamariz, el cerebro técnico del proyecto, asiente con la cabeza. «Son el Ferrari de la maquinaria en este sector», presume Carrera.

El periplo para traer las máquinas a Ecuador y comenzar la producción electrónica, que está llamada a materializar el deseado cambio de matriz, importar menos para producir más, comenzó en enero de 2013. Hacía un año (2012) que seis amigos masticaban la idea de aprovechar los planes del Gobierno para poner un negocio rentable. El año pasado tomó forma. Los seis socios calcularon que necesitarían entre cinco y seis millones de dólares para empezar a funcionar al máximo nivel. Los reunieron y empezaron a moverse. Lo primero fue mandar a Tamariz, que llevaba años en una industria pionera del mundo de la electrónica, al extranjero a buscar las máquinas. Después, había que encontrar mano de obra cualificada. Muy cualificada que no existía en Ecuador. Confiaron en seis recién graduados a los que capacitaron con ayuda de los técnicos que les vendieron las máquinas (compartir el know-how -saber como- es parte del contrato de adquisición). Estos seis jóvenes ahora forman a 25 operarios.

Las máquinas llegaron en noviembre a Cuenca y se tomaron tres meses para el montaje. El 15 de enero estaba todo listo para fabricar la primera tarjeta electrónica, que regalaron al ministro González. «Le contamos el proyecto en junio y quedó muy interesado. Dijo que nos apoyaría en cuanto tuviéramos la primera tarjeta», cuenta el director de Tarpuq.

Desde el primer momento, la empresa ha mantenido un contacto continuo con el Mipro (Ministerio de Industrias y Productividad). Les ayudaron al crear una partida arancelaria para su máquina de rayos x, porque en ese momento no existía una que regulara el acceso de ese tipo exacto de aparato. Además, la Corporación Financiera Nacional les financió con 1,5 millones de dólares. Ahora, las buenas relaciones pueden garantizarle el éxito a la empresa.

Del ministerio depende el porcentaje de componentes locales que deben llevar los aparatos ensamblados en Ecuador. En celulares, por ejemplo, es de 5 % pero ya se está en conversaciones con el sector para subirlo al 17-20 %, de acuerdo con los fines del Gobierno de sustituir importaciones por marca nacional.

Si comienza a exigir un porcentaje cada vez mayor, las ensambladoras no podrán cumplirlo, como hasta ahora, fabricando en el país meras carcasas, cargadores o folletos de instrucciones. Tendrán que empezar a pensar en comprar en el país las piezas importantes. «La tarjeta electrónica corresponde con un 50 % de producto nacional», aclara Carrera. Es decir, solo con la tarjeta, la mayoría de ensambladoras (ya sea de celulares, lavadoras o televisores) podrían cumplir con los requisitos del Gobierno.

La planta, concebida para fabricar en volumen y a un costo similar al de China (1,6 centavos de dólar por componente, teniendo cada placa unos 300-400), puede abastecer toda la demanda futura del país, según los dueños. Esas 7.000 tarjetas diarias podrían ser 10.000 con un turno de 24 horas y, si hay más encargos, podría llegar a duplicarse con una inversión de otros cinco millones. Aunque eso sería para una segunda fase (en la que se plantean abrirse a mercados extranjeros) y Tarpuq está aún en sus comienzos.

De momento, tienen pactadas 1.000 tarjetas para televisores con TCL y Prima, más otras 5.000 en radios para automóviles. Cada televisor necesita dos unidades; los celulares, una; las radios, tres y las cocinas de inducción, entre tres y cuatro, dependiendo del número de hornillos. Con estas previsiones, la empresa ya está en conversaciones con Samsung para fabricar lavadoras, con Sony para los televisores y con Alcatel y LG para ‘smartphones’. Para las industrias que tienen aún recelo en la capacidad y calidad de esta empresa cuencana, Bruno Carrera, el director de Tarpuq, tiene un mensaje claro: «Les prestamos las tarjetas bajo nuestro costo y ahí verán si funcionan o no».

Fuente: http://expreso.ec/